sábado, 8 de mayo de 2010

Los murales, una expresión social


La Escuela Mexicana de Pintura se caracteriza por las inquietudes sociales que surgieron con el triunfo de la Revolución de 1910 y por la aparición de la pintura mural.

José Vasconcelos (al frente de la Secretaría de Educación en 1921) pidió a Ignacio Asúnsulo y a Diego Rivera que regresaran a México. El primero llevaba dos años de estancia en Europa; el segundo, dieciocho. Vasconcelos quería impulsar un proyecto cultural y artístico que pudiera restituir una identidad nacional; así que ofreció a estos dos pintores el edificio de la Secretaría de Educación para un trabajo bien remunerado. Ignacio Asúnsulo dispuso libremente, para sus trazos, del espacio exterior de la Secretaría de Educación; Diego Rivera, en cambio, eligió los muros del interior del edificio.

Un poco más tarde, José Clemente Orozco, recién llegado de París, comenzó a trabajar en los murales del Hospicio Cabañas de Guadalajara y en los del Hospital de Jesús, en la capital de la República.

Con la Escuela Mexicana surgió una nueva generación de artistas, conformada por jóvenes herederos de la educación porfirista, pero que, hacia los años veinte, regresaron de Europa, donde habían terminado su educación artística, con nuevas propuestas estéticas.

El año de 1921 marcó, en la historia del arte mexicano, el inicio de viejos proyectos nacionalistas planteados por los liberales desde el triunfo de la República en 1867 y por los revolucionarios triunfantes, que dejaron impreso su tono ideológico en la Constitución de 1917. Dicha Escuela nació entonces como un fenómeno de renovación general de la cultura y el arte: se transformó en un movimiento colectivo y, a la vez, encerró las características particulares de cada artista: Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Ignacio Asúnsolo, Roberto Montenegro, Jean Charlot, Ramón Alva del Canal, Fermín Revueltas, Julio Castellanos, Juan O´Gorman, Leopoldo Méndez (grabador) y Luis Ortiz Monasterio (escultor).



En 1923, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros habían terminado sus primeros murales; mientras, Roberto Montenegro y Xavier Guerrero pintaban otros en la Hemeroteca Nacional (Antigua iglesia de San Pedro y San Pablo), Roberto Montenegro pintaba el despacho del Secretario de Educación Pública y Fernando Leal comenzaba un mural en el patio de San Ildefonso.

A Jean Charlot, formado en Francia pero de origen mexicano, y a Ramón Alva del Canal les correspondió haber iniciado los temas históricos, que tanta importancia tuvieron en ese movimiento.


Sin embargo, el tema de la socialización en el arte fue sufriendo transformaciones. Cuando concluyó el gobierno de Lázaro Cárdenas, en 1940, se llevó a cabo en México la Exposición Internacional de Surrealismo, que vino a formular nuevas tendencias pictóricas (aunque en esos tiempos no se pudieron desplegar plenamente).

Durante el período de la "Guerra Fría" entre los países socialistas y capitalistas, Estados Unidos instrumentó eficaces políticas de influencia en América Latina. No es casual que, por ello, a partir de la década de los cincuenta, la Escuela mexicana haya sufrido una fractura en su temática.

En 1952, Rufino Tamayo fue comisionado para la ejecución de dos murales en el palacio de Bellas Artes, los cuales desarrolló con elementos nuevos.




En 1953, aparecieron en la escena de la plástica mexicana José Luis Cuevas, Matías Goeritz y Carlos Mérida, entre otros. La administración de Miguel Salas Anzures en Bellas Artes (1957-1961) fue una piedra angular para el desarrollo de estos pintores, pues apoyó, junto a exposiciones extranjeras, las nuevas tendencias plásticas, antagónicas a la vieja Escuela Mexicana surgida en los años veinte.

Los cincuenta constituyeron un parteaguas en la historia de la pintura mexicana, pues con los jóvenes pintores de esos tiempos se produjo una nueva etapa, caracterizada por temas como el jazz, los rascacielos de Nueva York, las formas y las expresiones de culturas ancestrales, la artesanía popular, la escuela del Bauhaus y el barroco mexicano.



Si en la década de los veinte la plástica mexicana se caracterizó por los temas revolucionarios, históricos y sociales, la de los cincuenta ofreció una amalgama cultural, mezcla de un aire cosmopolita, tendencia expresionista y un marcado acento poético.

Consúltese:

Artes de México. 50 años de arte mexicano. Publicación bimestral. Núm. 38, México, mayo de 1962.

Historia del arte mexicano. Arte Contemporáneo. México, Salvat, SEP, 1982.

Hurlburt, Laurance. Los muralistas mexicanos en Estados Unidos. México, Edit. Patria, 1989.

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